Hoja en blanco
As de los más sublimes regodeos de esta tierra, una rebeldía ofrecida por la hoja nacarada, el erigir artístico es paralelo al hallarse el mundo en extravagantes ocasiones y fábulas. Vocablos en nupcias, zurcir las frases, consumar los párrafos, forjar efigies, poesía, bosquejos e historietas, retratos y una tilde en acuarela. Las sendas yacen titánicas.
Incrustar de visiones el papiro concede nuestras joyas a la esfera, extracto planetario, aportación celeste, cimentar espacial, el bohemio artesano corresponde al saber de un éxtasis sensitivo, invocar para sí mismo oleajes de efervescencia es llave para que la obra conquiste el hechizo, en los otros. Cortejando con exquisitez a las musas, y al final vuelen bajo, nos irradien y tutelen hacia la creación. Las grafías retozan, revolotean, plasman giros de caló, alzando un legado híbrido, usufructo del caserío, novelas, relatos y sonetos avivan el orbe, entintan numerosos sentidos, seduciéndonos con sortilegios magenta, y encantados por hadas filósofas que colman un prisma color cian.
Herederos de Aleph y Bet en el palacio de Bovidae, letras que han decretado un cúmulo de esencias. Musicólogo de rúbricas, pianista de alegorías, alquimista del verbo, faroles del globo. ¡Irradien su júbilo!
La hojuela nevisca nos insinúa un teatro en donde se despliega una romería de sensibilidades, rubores, eufonías e insignias, un juego sin cargo y suculento en el que se condimentan saberes y manjares, picardía escarlata que no procura otra cosa que el enredo seductor, se versa el registro de lo inenarrable, la ficción nos ayudará a recordar la verdad, para después olvidarla, y al final blandirá la mística hipnosis un sendero para transformar la vida.
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